PRONUNCIAMIENTO
Por mucho daño que cause o tiempo que pase, el interesado ocultamiento y la tergiversación de los hechos históricos de los últimos sesenta años en el Perú nunca podrá prevalecer frente a la verdad. La renuncia a que han forzado al canciller del Perú Sr. Héctor Béjar es repudiabe y condenable. Si se parte de una posición democrática y constructiva, por supuesto.
¡Cuánta ignorante soberbia, antihistórica visión de lo que es el Perú, arrogante racismo y odio al pueblo trabajador existe en los que se siguen considerando dueños del país y en sus cavernarios representantes políticos de extrema derecha! ¡Qué asqueante falsedad cuando manosean la palabra democracia o se cubren perversamente con Miguel Grau y demás gloriosos héroes de la patria!
El objetivo es evidente: nada debe cambiar, el poder debe continuar en las mismas manos de siempre, los de abajo deben seguir cargando resignadamente sus cadenas. El plan está listo y se viene aplicando desde el primer día: los ministros deben caer, uno tras otro o todos juntos, el presidente debe ser aislado, convertido en un rehén y finalmente expectorado. El método es preciso: el uso del manido terruqueo, infamarlos, enjuiciarlos, sentenciarlos, encarcelarlos o, ¿por qué no?, asesinarlos. ¡Allí están los que llamaron en mítines a matar al entonces candidato presidencial! ¡Allí están los que hoy juran danzar encima de la tumba de un ministro que discrepa de las falsas versiones que la ultraderecha ha impuesto como verdad estatal sobre la guerra interna que concluyera hace tres décadas! Los medios hasta hoy empleados están a la vista: gigantescas campañas de la prensa y TV lumpenescas, reclutamiento de congresistas serviles, agresivas movilizaciones manipuladas por rancios políticos redivivos de la ultraderecha.
No, no hay lugar para la razón. El ucase de la ultraderecha estaba ya anunciado. Ya que no pudieron impedir la proclamación del elegido presidente habría ahora que derribarlo. Toda intención del gobierno que pudiera contrariar las recetas neoliberales debe ser cuestionada y saboteada. El debate para hallar solución a los acuciantes problemas existentes no debe ni siquiera iniciarse, menos aún deben debatirse las medidas a largo plazo, el camino a seguir, el cómo intentar construir un país democrático acorde con las naciones más civilizadas del planeta.
La libertad de expresión es hoy lo más parecido a la doble mascarilla en uso en esta pandemia. La forzada renuncia del canciller y la abiertamente represiva persecución contra todo aquel que enarbole la defensa de los derechos fundamentales del pueblo o discrepe de lo que la derecha pretende imponer como verdades oficiales, son muestras de la negación del sagrado derecho de pensamiento y expresión de la ciudadanía.
¡Triste bicentenario este en el que algunos quieren que la larga agonía del pueblo peruano se prolongue por lo menos doscientos años más! La vigencia de los nueve monstruos de Vallejo es innegable...
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