GOLPE DE ESTADO EN BOLIVIA DENTRO DE LA POLÍTICA DE RECUPERAR POSICIONES DE EE.UU EN LA REGIÓN



Lo vivimos en un contexto internacional de pugna entre EEUU y China, que adquiere hoy la forma de una guerra comercial, pero que abre las puertas a una confrontación mayor en todos los planos. En la región latinoamericana China ha venido ganando posiciones en especial en Sudamérica, sus inversiones y la ampliación de su nueva ruta de la seda llegan hasta aquí. Por lo tanto los recursos naturales y los mercados latinoamericanos están en disputa, y un recurso en particular ha empezado a tener mayor relevancia en esta cuarta revolución industrial, el litio. Frente a ello EEUU desenvuelve una política para revertir la situación y recuperar posiciones.

A esto se suma la bancarrota del neoliberalismo en el mundo y de diversas luchas de los pueblos contra sus consecuencias, en especial una nueva ola de luchas en América Latina, en particular en la que fuera el laboratorio y vitrina de ese “modelo”, Chile, una explosión popular contra el sistema imperante y su expresión neoliberal, quebrando décadas de negación de derechos y libertades, exigiendo entre diversas demandas una asamblea constituyente y nueva constitución. Pero no solo en Chile sino también en Haití, Ecuador, Bolivia y recientemente en Colombia. Además de la resistencia a la agresión imperialista yanqui en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

A contra corriente con lo que se da en el mundo y en la región se produce un golpe de Estado pro norteamericano y racista en Bolivia. La aplicación de una acción cuidadosamente planificada y llevada delante de acuerdo a los manuales estadounidenses de reversión de procesos y derribo de gobernantes incómodos para sus intereses llevada adelante por esta superpotencia y la de reaccionarios locales.

En este proceso de retomar posiciones ha jugado un papel muy importante lo que se denomina la guerra psicológica, también la aplicación de la post verdad y las fake news; es decir la generación de opinión pública falsa a favor de los planes de la potencia hegemónica yanqui en declive. Esto no es nada nuevo, recordemos solo la invasión de Irak que se basó en la supuesta verdad que este país tenía armas de destrucción masiva, que luego se llegara a saber que fue una burda mentira ya no interesa, pues lo que se hizo fue una guerra de agresión y rapiña cuyas repercusiones contra el pueblo siguen hasta el día de hoy. Solo que ahora es más elaborada y sistemática, sobre la base de un espionaje y soplonaje global sofisticado. Medios de comunicación y altos funcionarios públicos, todos encuadrados dentro de este proceso. Snowden ha dado algunos alcances sobre ello.

Esta política imperialista usa diversas formas de intervención como la llamada lucha contra la corrupción, lucha contra el narcotráfico, lucha contra las pandillas, lucha contra el terrorismo, , lucha contra el “totalitarismo”, “dictaduras” y “dictadores”, supuestas defensas de los derechos humanos, etc. Por eso armaron el caso Lava Jato, para revertir la situación de los gobiernos progresistas de la región y su acercamiento hacia China, en especial en Brasil, por ello también desenvuelven un bloqueo, sabotaje y guerra económicos contra Venezuela, para generar una opinión publica en contra de ese gobierno, así como también contra los gobiernos de Nicaragua y de Bolivia antes del golpe.

Generar opinión publica falsa, golpear la moral para mover sus fichas y realizar sus operaciones en la región es lo que se está dando por parte de los EEUU. Por lo tanto debemos estar alertas y no dejarnos confundir en estas operaciones de guerra psicológica y de la llamada post verdad, dentro de lo cual los principales medios de comunicación y de información de la región juegan un papel de primera línea.

En esta acción de los EEUU, que algunos periodistas califican como una reconquista de América, no pueden faltar los obsecuentes serviles y cuchillos de los pueblos como el secretario general de la OEA Luis Almagro, el presidente de Brasil Bolsonaro o el presidente de Ecuador Moreno, o los presidentes que levantaron el fenecido Grupo de Lima, por nombrar a algunos. A lo que tenemos que sumar el papel nefasto de grupos religiosos evangélicos ligados a EEUU e Israel y de la iglesia católica, sus sectores más conservadores, moviendo la religiosidad de las masas para que apoyen posiciones ultraderechistas y los planes de la potencia yanqui, a espaldas de sus creyentes.

En el caso del golpe de Estado en Bolivia, este retomar posiciones de esta potencia se presentó con una acción combinada y convergente de grupos de extrema derecha que generaron el terror blanco en complicidad con la policía y el ejército, incluso llegando a atentar contra el helicóptero del presidente Morales; los medios de comunicación bolivianos (la totalidad de la prensa privada) y grandes medios de comunicación internacionales y la acción del reaccionario y siniestro secretario general de la OEA Almagro, que sin ninguna prueba lanzó al mundo que hubo un fraude (luego dijo que fue Evo el que había dado el golpe); lo cual repercutió en parte de la población, con mañas y patrañas, que generó un momento de inacción aprovechado por los golpistas para dejar al presidente y sus funcionarios en indefensión frente a las hordas derechistas y racistas que quemaron casas, robaron y amenazaron a familiares (la casa de Evo fue quemada al igual que de su hermana), tácticas de lo que ellos llaman guerra híbrida, pero que tiene vieja escuela fascista, frente a las cuales el ejército y la policía no actuaron tras su hipócrita postura de que no reprimirían al “pueblo”, pues sus mandos eran parte del golpe. En esa situación Morales aceptó todas las exigencias para evitar, según dijo, derramamiento de sangre y se desatara una cacería en contra de sus funcionarios y partidarios. Pero no fueron suficientes todas las concesiones dadas, el plan de golpe siguió y se concretó, pisoteando su Constitución y leyes, y pasando a desenvolver la represión contra el pueblo y la persecución contra sus dirigentes. De la manera más grotesca se instauró otra presidencia interina en la región, encumbrada por las fuerzas armadas y policiales que son las que le ponen la banda presidencial entre un grupito reducido de conspiradores.

La patraña creada en esta oportunidad fue el supuesto fraude en las elecciones y esto fue clave, quien lo lanzó fue ese siniestro Almagro sin mayores pruebas pero sostenida como verdad incontrovertible y absoluta por los medios de comunicación bolivianos y extranjeros, (infobae medio de desinformación pro yanqui lo vende como “histórico fraude”). Los informes técnicos realizados establecen que no hubo fraude, que nunca se paralizó el conteo oficial de los votos, pero eso ya no interesa, ya el golpe está dado y sus consecuencias lo viene sufriendo el pueblo con más de 30 muertos, ahí están las masacres de Sacaba y Senkata, responsabilidad de la golpista Áñez y esas fuerzas armadas y policiales, que hacía poco decían con hipocresía que no iban a reprimir al pueblo, (y que desde concretado el golpe no han parado de reprimirlo), pues estos no consideran al indígena como pueblo, de ahí que se sacaran y quemaran la wiphala de su uniforme, de ahí que esos medios de comunicación bolivianos no pasen las multitudinarias marchas del pueblo, no pasen la represión sangrienta, no pasen los muertos y heridos en los hospitales que no se daban abasto; en esos casos no dicen que se trata del pueblo sino de “seguidores de Evo”, “vándalos”, “terroristas”, no dicen masacre sino “choque”, “ataque a las fuerzas del orden”, “irrespeto”, etc.

Está demostrado que esa golpista de Áñez es una ultraderechista trasnochada, una racista con un odio insaciable contra el pueblo boliviano mayoritariamente aymara, quechua y amazónico, que cubre sus crímenes tras la biblia; recalcitrante en sus ataques a la cultura milenaria nativa buscando golpear la limpia moral del pueblo boliviano en especial de los pueblos nativos. Esta señora, su ministro del interior, su ministra de comunicación y su fiscal de la nación junto con los militares y policías no van a parar, fabricarán acusaciones de las más deleznables e injuriosas, corrupción, narcotráfico, terrorismo, lesa humanidad, fraude, etc. Si el pueblo no los para seguirán con su siniestra represión y persecución. ¡Denunciarlos! Hay que decirlo claro, este gobierno golpista cívico militar encabezado por Áñez, las fuerzas armadas y policiales son los responsables de las masacres contra el pueblo boliviano. Crímenes que esos grandes medios de comunicación bolivianos y extranjeros no informan y menos reclaman a sus responsables. Y que solo el pueblo boliviano hará justicia.
Entre los objetivos de este golpe está el revertir las conquistas de derechos del pueblo boliviano, reprimirlo a sangre y fuego, entregar los recursos naturales al imperialismo principalmente yanqui,  criminalizar con falsas acusaciones a los dirigentes populares y adversarios políticos, lo que hizo desde un comienzo como lo dice sin tapujos y desbocadamente su ministro de gobierno (Interior) Murillo, acción a la cual sirve la fiscalía. Como siempre para ello atacan la moral de su rival ahí vemos el siniestro y ridículo papel de la ministra de comunicación mostrando dónde vivía Evo Morales con el anuncio rimbombante de que vivía como un príncipe saudí, la acusación de injerencia extranjera de agentes cubanos, venezolanos, de las FARC (vieja táctica de los militares golpistas de antaño), la amenaza directa a periodistas argentinos y otros que mostraban la represión acusándolos de sedición. Lo dicen con tal desparpajo porque tienen total impunidad y respaldo de todos los medios de comunicación privados de Bolivia y de la mayoría de los grandes medios de información internacionales.

Es necesario denunciar también el siniestro papel del gobierno peruano, negando el permiso para que el avión mexicano que llevaba al presidente Morales se pudiera abastecer de regreso, pero lo sustantivo es su silencio cómplice frente a este golpe de Estado y sus masacres contra el pueblo. Una diplomacia servil a los intereses yanquis. Y recordar que hace poco no más en los juegos panamericanos se resaltó nuestra herencia cultural la misma que allá en Bolivia esos golpistas la atacan como ritos satánicos, similar a los invasores españoles, su santa inquisición y su extirpación de idolatrías.

Frente a estos hechos es imprescindible estar preparados frente a las operaciones psicológicas, desenmascarar a esos medios de comunicación que son empresas de desinformación propiedad de unos grandes burgueses, no son del pueblo, son de sus explotadores y opresores. Y no permitir que la moral del pueblo sea golpeada ni que repercutan la desinformación ni las medias verdades, o completas falsedades.
Y rechazar y repudiar ese golpe de estado que va contra el pueblo boliviano, sus derechos, su integridad física, moral y su cultura. Y persistir en el camino del pueblo y sacar lecciones de estas acciones del imperialismo para rechazarlos y hacerlos fracasar.


Noviembre, 2019                                                                                       CNPPPGP