Francia: Saludos por el 30 Aniversario del Día de la Heroicidad

En memoria del Día de la Heroicidad.
Homilía del Obispo Gaillot en la capilla del Espíritu Santo en París.



¡DÍA DE LA HEROICIDAD, 30 ANIVERSARIO! 
¡POR EL DERECHO A LA MEMORIA DEL PUEBLO! 

Corren ya 30 años de la muerte por ejecución ignominiosa de 300 hijos del pueblo en los penales de El Frontón Lurigancho y Callao, primigenios campos de concentración de prisioneros, combatientes de la guerra popular del Perú 80-92 tranformados por la acción de ellos mismos en luminosas trincheras de combate, teatros históricos imborrables que sobrevivirán al tiempo por la heroicidad ahí desplegada, estampados en hechos de extremo valor y coraje, jamás vistos, de un bravo y enorme caudal conjunto, de una erupción de heroicidad y coraje enfrentando las furias ganas de las negras huestes de un gobierno genocida, cuyo desenfreno sueño de hiena, por ahogar en sangre una justa rebelión, se estrelló contra una fiera resistencia heroica. 

Sabiamente calificado como una victoria política, moral y militar porque propulsó, a mayores niveles, el vendabal armado que prendía triunfante en el alma popular, enraizándose más aun, en valles poblados, lejanas serranías de aldeas y comarcas de ardiente sol, en cuyos cerros sus banderas señoreaban con brio cumbres andinas de la intrincada geografía peruana. 

Destaquemos aquí y guardemos un muy sentido homenaje de memoria imperecedera brillante, la Dirección de la feroz resistencia heroica, de David Javier Guevara Torres en el Frontón y de Víctor Felipe Vidal Mariño, en Lurigancho, dos destacados hijos del Partido, miembros históricos del Comité Central. 

Es un derecho fundamental el de enterrar a sus muertos, el de recordarlos y llorarlos con encomio, tener un sitio donde honrarlos e inclinarse ante sus tumbas, sean estos héroes o villanos. Los cuerpos de los caídos, fusilados o despedazados en los cobardes asaltos con mortíferas bombas de guerra de uso prohibido contra civiles, fueron secuestrados y depositados clandestinamente, muchos sin nombre, en diversos cementerios por el gobierno de la época afín de ocultar su crimen abominable. Negándose a sus familiares hasta ahora la entrega de sus restos, negándoseles el realizar una digna sepultura y tener un lugar determinado de recojo y sosiego. Muchas familias actualmente tienen que ir al Muelle Dársena en el Callao, a recordar sin los cuerpos de sus difuntos frente al mar, avistando a lo lejos la Isla de El Frontón, hacia donde ya hace más de tres decadas infaltablemente se embarcaban en visita ansiosa esperada. Partían flotillas de lanchas agolpadas de madres, padres, esposas, hijos, hermanos quienes eran recibidos en calurosas y festejadas bienvenidas para compartir un “sírvete” y donde la relación familiar se hacía más humana e intensa, con la comprensión consciente del compromiso asumido por sus hijos prisioneros, jóvenes de sonrisa clara, en edad promisoria, obreros, campesinos, estudiantes, trabajadores del arte e intelectuales convertidos en tiernos y bravos guerrilleros, forjando lo inédito y dispuestos a tomar el cielo por asalto. En El Frontón, por el año 1985, cuando por el accionar del Partido, las mazmorras de los campos de concentración devenían en Trincheras de Combate, un equipo de la televisión belga que había logrado introducir una cámara a la Isla Penal recibía una calurosa bienvenida, la de una comitiva de combatientes alineados en vestimenta roja presidida por Carlos Ayala Aguilar quien con voz firme y vigorosa entonaba las palabras : «¡A todos nuestros familiares les damos la bienvenida y el saludo revolucionario de los combatientes del Partido Comunista del Perú que nos encontramos aquí en transitoria condición de prisioneros de guerra!, ¡viva el comité de familiares, ¡viva la lucha del comité de familiares!» son escenas históricas en imágenes y entrevistas únicas en el Pabellón Azul que luego fueron trasmitidas, bajo el título de “Les Sentiers de la Violence”. Se puede ahí comprobar y admirar sin dejar de conmoverse, cómo en condiciones adversas revertían el flagelo inicuo de los planes de aniquilamiento de la reacción contra ellos por haberse rebelado. Uno de los periodistas pregunta a unos de los delegados ¿Qué piensan ustedes de sus vidas? Y la respuesta no se hace esperar, con voz firme, resuelta y contundente el delegado responde con la forja nutrida de un espíritu heroico : “¡Nosotros somos instrumentos de la revolución, nuestras vidas las damos totalmente al Partido, a la clase obrera y a la revolución!”. Con esa moral inquebrantable, la más elevada, ese 19 de Junio lograron arrancarle lauros a la muerte, y el pretendido golpe devastador cayó por lo contrario contra las cobardes hordas asesinas y el oprobio e infamia para quienes lo ordenaron. Ya desde la antigüedad la tragedia griega de Antígona ha quedado perennizado en la memoria humana, el deber de entierro de los muertos, el deber moral de rendirle culto, ritos funerarios, para que sus almas en sombra no vaguen en eterna pena entre cielo y tierra, ¡peor que ir al infierno! 

En el Perú hoy podemos encontrar muchas antígonas, muchas familias despojadas del derecho de enterrar a sus muertos, el de llorarlos y de rendirles homenaje en un lugar, de brindar ofrendas o el poder rociar de chicha la tierra que los cobija, quienes le niegan sepultura tienen bien enterrados y cubiertos de flores a los suyos, pudiendo secar sus lágrimas serenamente. Mientras otras numerosas no pueden hacerlo, buscan los cuerpos en algún barranco, un abismo, una quebrada, o escarban una de las innumerables fosas donde yacen sus seres queridos. Miguel Hernández, otro intenso e inmenso quien fue parte como Vallejo del Congreso Antifascista de escritores en Barcelona, por los años 30 escribía: Son extractos de “ El rayo que no cesa” Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano... No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida... No perdonó a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de Piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera Y desamordazarte y regresarte.... La Parábola de la Viuda Persistente, personaje bíblico, también sólidamente entendida por los pueblos en el vía-crucis de sus vidas nos sirven para ver y comprender la infatigable lucha de los familiares de los prisioneros políticos y de guerra. Ellos, a lo largo de esos más de 30 años, no han cejado de luchar ni perdido el ánimo, no han perdido la fe, la esperanza con persistencia, la perseverancia en su clamor y demanda de justicia a un “juez injusto”. Porque los familiares tienen las almas de aquellos mártires, tienen su ejemplo imperecedero de dar la vida, por eso nunca han cesado de movilizarse en su justo afán irrenunciable, por la memoria de sus muertos.

¡POR EL MONUMENTO A LOS HÉROES DEL PUEBLO! 

Francia, junio 2016 

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