ACERCA DE LA VERDAD HISTÓRICA Y EL COSTO DE LA GUERRA INTERNA


ACERCA DE LA VERDAD HISTÓRICA Y EL COSTO DE LA GUERRA INTERNA


Una tarea importante del proletariado y el pueblo, en función del futuro, es defender la trascendencia histórica del más grande movimiento revolucionario de la historia peruana, y servir a que la verdad histórica se abra paso. Parte de esta tarea es defender la guerra justa del pueblo y la denuncia de la línea y política genocida aplicada por el Estado para defender y mantener su sistema de explotación y opresión.

Respecto a la cantidad de muertos durante la guerra interna y en quién recae la responsabilidad principal de los mismos, las clases dominantes insisten en pretender imponer como “la verdad” la cifra falseada por la gubernamental CVR en su informe final: 69,280 (ni uno menos) y que el “principal perpetrador” fue el PCP. Es más, últimamente se dice que “SL es responsable de los 70,000 muertos”, porque fue quien inició la guerra. Usan propaganda negra para infamar la revolución, la guerra popular; pretendiendo hacer consentir que solo las balas de los revolucionarios produjeron muertos, mientras que las del Estado (muchísimas más que las de los revolucionarios) no dieron en el blanco, ni una, ni en los genocidios de los Accomarcas ni de los Putis ni de los penales de El Frontón, Lurigancho, el Callao y Castro Castro. Por otro lado, todos los organismos registraron los muertos en la guerra interna, todos sostienen que las fuerzas represivas del Estado fueron los responsables de la mayor cantidad de muertos, de lejos. Así, salta a la luz que la “verdad” oficial, la de los vencedores, no es la verdad histórica.

La CVR, para defender al Estado, imputa al PCP de: “crímenes y violaciones de derechos humanos… desplegó extremada violencia e inusitada crueldad que comprendieron la tortura y la sevicia… asesinato masivo de dirigentes sociales… crímenes de lesa humanidad… ataques armados contra la población civil cometidos a gran escala… perfidia… estrategia sanguinaria… política de genocidios”. Achaca a los revolucionarios, con palabrería insultante, lo hecho por las fuerzas represivas del Estado, y abona a mantener odios y promover venganzas. Dichas afirmaciones evidencian el ladeamiento desvergonzado de la CVR a favor del Estado, de sus Fuerzas Armadas, Fuerzas Policiales y fuerzas complementarias. Para esto oculta y falsea deliberadamente hechos, documentos y cifras. Con una monumental mentira pretenden imponer su versión, repitiéndola miles de veces, aplicando lo que el fascista Göebbels dijera: “Miente, miente, que algo queda”.

DEFENDER LA TRASCENDENCIA HISTÓRICA DE LA GUERRA POPULAR, TAREA INSOSLAYABLE PARA EL FUTURO DE NUESTRO PUEBLO

Para acercarnos a la verdad histórica debemos recordar qué política y línea aplicaron las dos partes en contienda durante la guerra.
El objetivo político de la guerra popular iniciada por el PCP fue planteada con suma claridad en sus documentos oficiales: la conquistar el Poder para el Partido y el pueblo, transformando revolucionariamente la vieja sociedad de opresión y explotación.
De ahí que una persona como Henri Favre dijo, en 1988:

… la violencia senderista no es ni gratuita ni descontrolada, ni indiscriminada. Ella se inscribe en una estrategia de toma del Poder para la realización de un proyecto de sociedad que no tiene nada de utópico. Descalificar al adversario negándole toda racionalidad es un ejercicio que posee, sin duda, un valor catártico, pero no es el mejor modo de ponerse en condiciones de afrontarlo.

La guerra popular obedeció a causas históricas, económicas y sociales. Se produjo en una sociedad de centenaria explotación y opresión sobre la inmensa mayoría. En una sociedad en la que la violencia del sistema es pan de todos los días; causando la muerte anual de entre 65,000 y 70,000niños menores de cinco años por razones de miseria, hambre, enfermedades. Para las clases dominantes esta violencia es lo “normal”, y esta guerra de todos los días queda en sombras porque no hay acciones bélicas. Llaman paz a la matanza de hambre, a la matanza silenciosa del sistema.
El PCP desarrolló todo un trabajo de preparación antes de empuñar las armas, fundiéndose con las masas más pobres del campo y la ciudad. Y si se desarrolló victoriosa durante doce años fue porque contó con el apoyo creciente del pueblo. De ahí que el mismo imperialismo norteamericano, en 1992, expresó su preocupación por tal avance como un peligro para su dominio en la región, por lo que preparaba su intervención armada.
Si la guerra popular avanzó fue porque su línea era justa y correcta; porque enarbolaba las aspiraciones de los más pobres, y golpeando a los enemigos del pueblo ganó apoyo, pese a la represión genocida de las FFAA (Fuerzas Armadas) y PP (Policiales) del Estado. El PCP jamás aplicó política de desapariciones, ni torturas, ni violaciones, ni secuestros, ni reclutamientos forzados; de hacerlo, eso hubiera llevado a aislar a la guerrilla de las masas y la guerra popular no se hubiera desarrollado, como lo hizo hasta 1992.
El Ejército Guerrillero Popular aplicó el combate guerrillero desenvolviendo emboscadas y asaltos a las fuerzas vivas de la reacción, y les arrancaban sus armas para combatir con ellas. Desenvolvió amplia propaganda y agitación armada, llevando la voz del PCP hasta a las chozas más alejadas y a los barrios más pobres, para organizar a las masas para que participen en la revolución; para su participación consciente, dispuestas a entregar la vida; jamás se aplicó “reclutamientos forzados”, ni violaciones ni torturas ni narcotráfico como imputan sin prueba alguna. Realizó sabotajes a las propiedades y economía de la gran burguesía, de los terratenientes y del imperialismo. Realizó aniquilamientos selectivos contra elementos odiados por el pueblo, a quienes se les dejaba carteles que señalaban las razones de su aniquilamiento; por lo mismo, la guerrilla jamás aplicó desapariciones. Y si hubo errores, excesos y limitaciones son parte de todo proceso revolucionario y el PCP ha asumido la responsabilidad de ellos.

Por su parte, el Estado aplicó una línea y política genocida en su combate a la guerra popular, según la experiencia y orientaciones del imperialismo norteamericano. Aplicaron la política reaccionaria de masas contra masas, genocidio y desaparecidos.

Para enfrentar masas contra masas, las FFAA formaron las “rondas” o los “comités de autodefensa” basándose en cabezas negras y presionado a las masas, para usarlas como carne de cañón en el siniestro plan de contraponer nativos contra nativos. Masas presionadas a las que siempre pusieron como vanguardia en los ataques y operativos reaccionarios, o en torno a las fuerzas represivas del Estado, como sus parapetos protectores. De ahí que, en los enfrentamientos, estas masas presionadas han sufrido más bajas (incluidos miembros de mesnadas) que los uniformados de las FFAA y PP; por esta razón, de lo que es responsabilidad del PCP en el costo de la guerra, más o menos la mitad ha sido masa presionada, puesta por las FFAA como escudo, parapeto, carne de cañón contra la guerrilla; y, por tanto, esas muertes son, a fin de cuentas, responsabilidad del Estado y su política genocida.

Las FFAA reaccionarias recurrieron al más perverso y criminal genocidio, una de las más grandes infamias de la historia republicana del Perú. El general Cisneros Vizquerra ya lo había anunciado desde antes del ingreso de las FFAA:Para que tengan éxito las fuerzas de seguridad, tendrán que empezar a matar senderistas y no senderistas por igual […]. Matarán a 60 personas y quizás tres serán senderistas, pero dirán que las 60 eran senderistas”. Y es lo que aplicaron desde su ingreso, lo prueban, por ejemplo, Huambo, Huaychao, Iquicha, etc. A la última, el presidente Belaúnde cínicamente saludó y apoyó como “respuesta gallarda del campesinado ayacuchano al terrorismo”; así, públicamente no solo avalaba sino llamaba al genocidio. Después sumaron centenas de genocidios, como en Accomarca, Cayara, Putis,Oqepeqa, Paccha, Vinchos, Ayahuarcuna, Sivia, Sillco, Qoisa, Pichari, Chinche, Parabamba, San Francisco, Chiara, Pomabamba, Apacheta, Huamanguilla, Puramanta, Cocahuichun, Leompata, Saqrarumi, Churrubamba, Misquibamba, Paraíso, Milpo, Pillo-Pachamarca, Chullay, Lucmahuayqo, Vilcabamba, Vinchos, Mayopampa, Balcón, Pichari, Azángaro, Luricocha, Chuschi, Quinuas, Quimbiri, Umaru, Bellavista, Lloqllapampa, Accomarca, Totos, Cuartel Cabitos, Cuartel de Huanta, Huácar, Pucayacu, Macachacra, Quinua, Muyuri, Cocahuischaca, Toldorumi, Usutapampa, Pichuyrumi, Qarpaqasa, Qasaorqo, Yanaorqo, Iribamba, Vado Chico, Laurente, Las Vegas, Ñeque, Pacha, Canaire, Manzanayoq, Pacomarca, Chacarí, Alto Pacae, Aucayacu, Arancay, Yanajanja, Río Huallaga, el mayor genocidio asesinando 250 prisioneros políticos en un solo día en junio de 1986 que generó la repulsa nacional y mundial, y un larguísimo etecétera. Genocidios perpetrados, todos, por las FFAA; así, una vez más, la reacción armada se cebó con la carne y la sangre del pueblo desarmado. Está probado, pues, la línea y política genocida del Estado, con la que llegaron a desaparecer hasta comunidades y pueblos enteros. Todo esto en su infructuoso afán de acabar con la guerra revolucionaria aislando a la guerrilla de las masas campesinas, pobres en especial.

Otra estremecedora prueba del genocidio perpetrado por las Fuerzas Armadas fue el hallazgo de fosas con restos de hombres, mujeres y niños del pueblo; vidas destruidas por ellas y bajo la dirección del gobierno de turno. Ahí están los cuatro mil Pukayacus, Putis, sembrados principalmente en el campo, con los cuerpos de unos quince mil torturados y asesinados por las fuerzas represivas del Estado.

Parte del genocidio es la política de desaparecidos. Se inició con el ingreso de las Fuerzas Armadas y se intensificó grandemente durante 1984, y prosiguió durante toda la guerra. Parte de los desparecidos son los que yacen en las fosas del campo y en las fosas de los cuarteles de las FFAA; pero hay muchos que fueron arrojados a ríos como el Huallaga o el Mantaro, y otros fueron calcinados en los hornos crematorios, como los del Pentagonito y Los Cabitos. Todas las denuncias y protestas de los familiares de los desaparecidos se han estrellado contra la negativa oficial a dar razón de los secuestrados y de la identidad del personal militar que detuvo a las masas que desaparecieron.

El genocidio es clara y concretamente una política aprobada y ordenada por los gobiernos del Estado peruano, a propuesta de sus FFAA y aplicada por ellas y las FFPP de manera siniestra y sistemática. La aplicaron para apartar a las masas de la guerra revolucionaria, para destruir el nuevo Poder, para contener y aplastar la guerra popular. Pero la sangre no ahogó la guerra popular. Esta demostró su superioridad; enfrentó un genocidio feroz y de grandes proporciones y prosiguió desarrollándose más templada y creciente, hasta su punto más alto en julio de 1992.

Producido el giro estratégico, con la detención del Presidente Gonzalo y la Dirección Central, el PCP decidió terminar la guerra por problemas de dirección política proletaria, y pasó a la lucha política, a la lucha por una solución política a los problemas derivados de la guerra, y que la verdad histórica se abra paso.

2) COSTO DE LA GUERRA Y RESPONSABILIDADES

El Informe Final de la VCR está claramente sesgado en la defensa del Estado y de sus fuerzas represivas; y, en contraparte, va contra el PCP, contra la revolución y contra el pueblo, centrando su punta de lanza contra la Dirección del Partido. Una prueba es cómo determina el costo en vidas de la guerra interna y la responsabilidad principal.

Todos los registros previos a la CVR indicaban que la mayor parte de las víctimas fueron causadas por las fuerzas estatales (militares, policías, rondas y grupos de aniquilamiento), similar a la experiencia en otros países. Todas las fuentes coincidían en que los muertos causados por las fuerzas estatales fueron largamente más numerosos que los causados por otros. El hecho radica en que las fuerzas estatales apuntaban a recuperar territorios y a la destrucción total de la guerrilla fundida con el pueblo. El genocidio y el arrasamiento de pueblos era política estatal, muy bien resumida por el general Cisneros Vizquerra, como recordamos. 

Sin embargo, al final, la CVR imputó el mayor número de la victimas estimadas estadísticamente al PCP, resultando “el principal perpetrador” de actos con resultado de muerte, y elevando la cantidad de víctimas a 69,280.

No solo el PCP rebatió los resultados fraguados por la CVR. Varios estudiosos también las cuestionaron, como Raúl Wiener, Hugo Ñopo, Silvio Rendón, entre otros. Con el tiempo aparecieron estudios estadísticos de especialistas demostrando que el método empleado por la CVR había tenido “errores y desviaciones”, producto de los intereses políticos del Estado. Los datos que arrojan los nuevos estudios dan cifras más próximas a las estimadas por el PCP: 45,000 muertos y al Estado le corresponde cerca del 75 % de las víctimas.

Evidenciaron que los datos de la CVR eran inconsistentes: cambiaron radicalmente la tendencia de las otras fuentes respecto a la proporción de las responsabilidades del Estado y del PCP. Encubriendo la política genocida del Estado peruano, la CVR concluye que fue el PCP “el principal perpetrador de crímenes”, negando y desechando informes comprobados de DESCO, Defensoría del Pueblo, Comisiones del Senado, Asamblea Permanente de Derechos Humanos, Comité Internacional de la Cruz Roja, Consejo por la Paz, diversas ONGs y hasta del propio Benedicto Jiménez, oficial de la DINCOTE, y del coronel EP Teodoro Hidalgo Morey. Resultaba un burdo torcimiento de la realidad la proyección estadística de la CVR, señalando al PCP como autor no solo del mayor número de muertos totales, sino también del número más alto en cada departamento (excepto Lima) y en todos los años de la guerra, incluyendo los años 1983 y 1984, primeros años del ingreso de las FFAA en los que aplicaron el más feroz y protervo genocidio.

¿Pero, cómo llega la CVR a la conclusión del principal perpetrador y a las 69,280 víctimas?

Algunos comisionados de la CVR anuncian públicamente, en diciembre de 2002, antes de que el trabajo cuantitativo estuviera concluido e incluso antes de que las bases de datos estuvieran terminadas, que la cifra de 30,000 víctimas estimada hasta entonces se iba a duplicar y que el PCP era el principal perpetrador. Estos anuncios orientaban al grupo encargado de los cálculos estadísticos, a fin de que corroboraran esas cifras anticipadas de sus empleadores.

Pero, en los primeros estimados que obtiene la CVR, cruzando nombres y cifras de las tres fuentes (CVR, Defensoría y ONG), y con 23,969 víctimas registradas, ya había encontrado la siguiente distribución de responsabilidades: agentes estatales: 46.8%, PCP: 37.4%, otros: 15.8%. La responsabilidad del Estado seguía siendo la principal, pese a que durante el recojo de testimonios, con todo el apoyo oficial del Estado, algunos representantes de la CVR, como la señora Rosalía Stor en el Alto Huallaga, se oponían a que las masas denunciaran a las Fuerzas Armadas, negándose a recibir testimonios en ese sentido y, más aún, presionaban a algunos pobladores para que imputen al PCP de las torturas y desapariciones hechas por las FFAA y FFPP, ofreciéndoles compensación económica.
Los cálculos de las proyecciones estadísticas de las víctimas las realizó un grupo encabezado por el norteamericano Patrick Ball. Aplicó el método de captura-recaptura o SEM (sistema de estimación múltiple), a partir de una base de 23,969 víctimas registradas.

Según estudios de Silvio Rendón, los resultados obtenidos: sobrestimación de víctimas mortales y distorsión de la proporción de responsabilidades, se explican por tres “errores” principales atribuidos al grupo de Patrick Ball.

Primero: Duplicó la contabilización de los muertos atribuidos al Estado (policías, militares, comités de autodefensa y grupos de aniquilamiento) y al PCP, porque los volvieron a contar dentro del rubro “otros perpetradores”.

Segundo: Tiene que ver con que las fuentes necesarias para aplicar el método de captura-recaptura se basan en el cruce de varias fuentes. Como era sabido, las víctimas atribuidas al Estado estaban consignadas en diversos organismos, tales como ONGs o la propia Defensoría del Pueblo, y podían cruzarse; pero no pasaba lo mismo con los atribuidos al PCP, y la única fuente era la de la CVR. Por lo que el grupo de Patrick Ball aplicó una estimación residual: sumaron los datos de PCP a los del Estado, lograron una proyección, y luego restaron lo que correspondía al Estado. Con ello, la proyección para el PCP provino del residuo de dos estimaciones, lo que sobredimensionó enormemente las víctimas atribuidas al PCP y revirtió las responsabilidades.

Tercero: Si los dos puntos anteriores se refieren a cómo implementaron el método de captura-recaptura, el tercer punto se refiere al método que usaron, que, como se demuestra, supone la independencia de las fuentes. Lo que no se dio, porque la CVR privilegió a su fuente como “la fuente”.
De esta manera, por aplicar un método de captura-recaptura la cifra total de víctimas pasó de 28,000 a 32,000; por realizar una estimación residual para el PCP y otros perpetradores, la cifra total de víctimas pasó de 32,000 a 52,000; y por incluir a "otros" como un tercer grupo de perpetradores, la cifra total de víctimas pasó de 52,000 a 69,280. Y las responsabilidades se invirtieron, imputándose al PCP como el “mayor perpetrador”. Rendón sostiene:

Si no se hubiera realizado una estimación residual para Sendero Luminoso y ‘otros’, usando los mismos datos y procedimientos aplicados por la CVR, pero solo cuando el método de estimación es aplicable, habrían arrojado 32.000 víctimas mortales, 20.500 muertas por el Estado y 11.400 por Sendero Luminoso.

De esta manera, para la CVR, la responsabilidad del PCP, que primero era de 37.43%, sube con su EMS a 46.24%. Y después, sin ningún asidero, en las conclusiones generales el Informe Final afirma que el PCP es responsable del 54% de las víctimas fatales. Mientras que la responsabilidad de los agentes del Estado baja con la EMS de 46.8% a 30.19%. ¡Esa es la “verdad oficial” y real mentira de la CVR!

Hugo Ñopo declaró a Correo, en setiembre de 2005: “Es irresponsable lanzar al aire un modelo con una serie de supuestos y dar un número sin hacer un análisis de cuánto cambiarían los resultados si es que cambian los supuestos. Eso no se ha hecho”. Y aseguró: “Es imposible hablar de un número. Lo más serio es hablar de un rango de cifras. Por eso, decir que son 69,280 es algo risible”.

Por su parte, Raúl Wiener señaló varios cuestionamientos. Y demostró que en el distrito de Chungui, distrito con el mayor número de muertos a nivel nacional, provincia de La Mar, el método usado por el grupo de Patrick Ball estaba equivocado. En ese lugar existía un recuento minucioso de víctimas (comunidad por comunidad, familia por familia), realizado por una organización llamada CEDAP. Lo que hizo Wiener fue cruzar esta información con la de la CVR, y usó el método de Patrick Ball. El resultado: la mitad de la población apareció como asesinada, cuando en realidad esta bordeaba el 20 %. Y, según el trabajo de CEDAP, como era previsible, el mayor número de muertos fue ocasionado por las fuerzas del Estado (72 %, entre FFAA, Policía y rondas), instaladas en el distrito desde mediados de los años de 1980, quienes ejecutaban incursiones a las comunidades que consideraban influidas por la guerrilla; mientras que el 28 % correspondía al PCP.

Obviamente, los resultados fabricados por la CVR tenían, y tienen, evidentes implicancias políticas. Con conclusiones que limpian a las fuerzas represivas del Estado y el deliberado esfuerzo por no mencionar a los institutos militares sino a individuos determinados en la aplicación de la línea y política genocida, mientras imputan al PCP de monstruosidades, pretendían asegurar que dichas conclusiones fueran asumidas por el Estado como propias. Sin embargo, no sucedió tal situación; y los “vencedores de la guerra” demandaron más: que no los tocaran en absoluto y les agradecieran por haber defendido al Estado.

Por otra parte, el número de muertos no distingue con claridad a los caídos en acciones de enfrentamiento, sean militares, policías, ronderos, subversivos u otros, de los que fueron asesinados sin capacidad de defensa. ¿Por qué la CVR ha velado el número de combatientes del PCP y del MRTA que murieron en diversas circunstancias del conflicto? ¿Por qué, además, no han precisado en las bajas de las fuerzas del Estado la cantidad de militares, policías, ronderos ligados a la FFAA y de los grupos de aniquilamiento? El hecho concreto es que al Estado y a su CVR no les ha interesado aportar a la verdad histórica.

Las dudas sobre Patrick Ball también son más que razonables. El norteamericano no es solo un técnico. Fue encargado por el gobierno de Bill Clinton para inflar el número de muertos en Kosovo con el objetivo de llevar al tribunal de crímenes de guerra al ex presidente Slobodan Milósevic; y existen numerosas versiones que sostienen que el número de muertos que indicó Ball para las zonas en las que hizo los cálculos no corresponde siquiera al número total de habitantes. Similar habría ocurrido en la investigación que realizó en Guatemala con Efraín Ríos Montt. Aquí, en el Perú, queda claro adónde apunta el trabajo encabezado por Ball por encargo de la CVR: a la defensa del Estado y de sus fuerzas represivas, y a infamar la revolución y al PCP.

Reivindicamos la guerra popular como el más grande movimiento revolucionario de la historia peruana, una guerra justa que ha dejado una riquísima experiencia, principalmente positiva. De ahí la necesidad de luchar por la auténtica verdad histórica, en función de la solución política, amnistía general y de una auténtica reconciliación nacional que demandan el pueblo, la nación y la sociedad en su conjunto. Y en función de la futura revolución socialista.

Rendimos solemne homenaje a todos los héroes del pueblo caídos en la guerra popular, obreros, campesinos, trabajadores, jóvenes, mujeres, intelectuales, que viven y vivirán por siempre en el corazón del pueblo.

Asumimos lo dicho por el Presidente Gonzalo, Presidente del PCP: “El único tribunal inexorable es la revolución: la revolución mundial y la revolución peruana nos van a juzgar”.

¡DEFENDER LA TRASCENDENCIA HSITÓRICA DE LA GUERRA POPULAR!

¡POR LA AUTÉNTICA VERDAD HISTÓRICA!

¡HONOR Y GLORIA A LOS HÉROES DEL PUEBLO!

Febrero, 2018                                                                                          Colectivo Trabajo