SOLITARIO CONTRA LA BARBARIE


Compartimos el interesante artìculo  de Eduardo Gonzalez Viana
SOLITARIO CONTRA LA BARBARIE


Hay una ley aprobada por el Congreso que permitirá profanar cadáveres en la semana que viene. Me he referido a eso antes y voy a repetir lo que entonces dije. Aunque mi protesta sea solitaria, la repetiré hasta la saciedad.

CAJAS DE CARTÓN. Como se sabe, en junio de 1986 -durante la era Alan García- más de 200 presos políticos fueron acribillados con alevosía y ventaja en varios penales de la república. Los restos recuperados hasta ahora estaban guardados en cajas de cartón, pero luego de ser identificados algunas decenas fueron entregados a los deudos.
En vista de no disponer de mayores medios económicos, aquellos levantaron una pequeña construcción de adobe a la que denominaron “mausoleo” como los pobres llaman palacios a sus chozas.
Sin embargo, las autoridades peruanas no toleran siquiera esa pretenciosa palabrita. Ahora se ha dado la ley que permita desenterrarlos y dinamitar los nichos.
Se ha dicho que los muertos eran “terroristas”, pero eso es absolutamente irrelevante. Los muertos son sencillamente muertos y merecen respeto. Calificar de terroristas a los cadáveres es tratar de justificar la bestialidad de zarandearlos y ensañarse con quien está dormido para siempre.
Más todavía, es necesario recordar que muchos de los muertos de entonces, luego de la investigación penal, fueron declarados inocentes del delito que ahora se imputa a sus cadáveres.
CERTIFICACIÓN EN BARBARIE: Durante la Colonia, la “Santa” Inquisición solía desenterrar los cadáveres de los “herejes” muertos en la cárcel, colocarles una máscara sobre el rostro carcomido y “juzgarlos en efigie” en la Plaza de Armas de Lima. Esta práctica nefanda parece repetirse en nuestros días.
El desdichado conflicto interno terminó hace más de 20 años pero el odio no parece morir aún. Después de haber cumplido sus condenas han salido o saldrán de la cárcel los sobrevivientes que las más de las veces penaron sus condenas como si estuvieran sepultados vivos. ¿Es mucho permitirles que entierren a sus muertos? ¿No sería más inteligente apoyar su reinserción en la sociedad o incluso en el sistema político democrático?
Un gobierno que busca la certificación de democrático es incompatible con la profanación. ¿O espera una certificación de barbarie?
Esta vez no se le llamará al Perú “la capital de la gastronomía” sino, en pleno siglo XXI, la del canibalismo o tal vez de la necrofilia y la barbarie, prácticas que el Deuteronomio (18- 10,11) prohibiera hace milenios así como otras leyes bíblicas que son válidas incluso para quienes olvidan el viejo mandato de amarnos y perdonarnos los unos a los otros.