LA VERDAD HISTÓRICA, LA VERDAD QUE HACE FALTA




Hoy que se ha puesto a la moda decir, pero no aplicar, que todas las opiniones son válidas, vale pronunciarse por la verdad histórica, una verdad pendiente que resuma el periodo que mantiene a la sociedad peruana carente de horizonte común, una verdad que trabajada con verdadero interés no agradará a todos pero bien encaminada ha de servir, por fin, a pasar una página trascendental de la historia nacional y a bien enrumbarse a los doscientos años de república con un país reconciliado.

Cuando al fin del conflicto armado, la parte derrotada no obstante su situación, fiel a principios hizo la propuesta de Acuerdo de Paz al Estado vencedor, demostró cabalmente su condición de representante de los intereses del proletariado y pueblo peruanos. Pero fueron los intereses de otras clases las que cerraron el paso a una perspectiva de desarrollo para el pueblo que combatía la imposición del neoliberalismo.

En torno al 12 de setiembre 2017, tras 25 años de la llamada captura del siglo mucho se ha hablado, escrito, filmado, infamado y difamado pero poco o nada debatido. Han pasado 25 años y esta vez el fujimorismo, en aguda pugna con la otra facción de la ultraderecha, no siendo gobierno copa el parlamento y busca copar avasallando con su número otras instancias del Estado. Y en este trajín vienen poniendo en evidencia una connotación de intolerancia, y peor aún, con reacciones destempladas hacia temas de fondo social y político e histórico como es el innegable tema de lo que fue la guerra civil de los 80. Llámesele guerra, conflicto armado o “terrorismo”, el hecho material es que existió y repercutió en todo el país, tanto así que a cierto sector parece serle muy conveniente mantener este encono, oponiéndose a tratarlo, para tener siempre a mano un recurso que les exculpe de fechorías antiguas y recientes; sino cómo se explica tantos proyectos de ley de exclusión.

Con qué descaro se menosprecia a la sociedad peruana pretendiendo imponerle un sistema cerrado de partidos donde solo tengan cabida los que mandan, para así utilizar el tema del “terrorismo” inventando una realidad vía decretos. La extrema derecha sueña con la negación de la verdad de los ochentas, con la negación de la historia reciente y cree, ciega al interés nacional, que con persecución política a los comunistas y revolucionarios impondrán su falsa verdad.
 
En este clima negacionista, y más aún contra él, sigue haciendo falta el debate nacional sobre la verdad histórica.