Testimonio de María Ortega Segundo

Mi nombre es María del Carmen Ortega Segundo, me detuvieron a los 21 años por el supuesto delito de “terrorismo”, hoy ya no soy la misma, tengo 38 y escribo este testimonio esperando sea bien recibido.

Después de 11 años de haber estado sentenciada a cadena perpetua (a hoy anulada, es que voy a tener un nuevo proceso) y a más de 16 años en prisión no me queda sino una reflexión al respecto; y es con respecto al valor de la libertad pero en todo el sentido de la palabra. Tengo expectativas positivas frente a este nuevo juicio, creo que cuando todo esto termine me reencontraré con las personas que más quiero -mis hermanas y mi futuro esposo- ya que justamente ellos, presentes hoy aquí, hacen que vea con más optimismo la vida, el futuro, los planes y proyectos que estoy emprendiendo. No quiero ver el pasado desde un ángulo negativo solamente, porque es cierto también que me ha dejado marcas muy profundas, no sólo por el tiempo en prisión, sino por la brutalidad con que el régimen penitenciario me trató, con que el sistema finalmente me trató.

Si bien el Tribunal Constitucional en la sentencia de Marisol Venturo ha dicho sobre los prisioneros
    “…no pueden ser tratados como cosas, ni objetos, tienen derecho al respeto de su dignidad humana”,

debo decir que he sido víctima de la aplicación de ese sistema legal antidemocrático, pues fui violentada en mis derechos como persona, y el daño causado es profundo con secuelas que no se ven pero que me han dañado e implican un daño irreversible en mi integridad física y moral. Es una verdad que la imputación de terrorista pesa sobre mí para tratarme como al peor de los enemigos y no pretendo hacer una alegoría de la tortura y menos usarlo como un mero argumento de defensa, como es mi derecho, sino que lo expreso en el sentido de denunciar cómo han actuado conmigo con tortura, vejamen, bajo la amenaza y el chantaje.

En un recuento rápido de mi vida en estos últimos 16 años y un poco más, quiero hablar de los 11 años que estuve sentenciada a cadena perpetua, una negra perspectiva en plena juventud, un túnel sin fondo. Mi celda como nicho, ¿es justo? ¡Es un crimen contra la mujer y la juventud! Una pena eliminatoria, que va contra la dignidad de cualquier ser humano, que contradice los principios de humanidad, proporcionalidad e individualización de las penas, en síntesis una pena brutal, que recayó principalmente en la familia y a mi madre en especial le tocó cargar ese dolor, hasta que su pobre organismo no pudo más y murió. Recuerdo que llegaba a mí para darme su fuerza y cariño, y lo mejor de cada visita era verle fuerte y optimista; cómo no valorar ello, la recompensa para ella fue ver que yo no me echaba a morir, que ese sistema no me destruía, porque así como dice el dicho popular pensaba “no hay mal que dure cien años”.

Mi reflexión a más de 16 años de prisión ¿A cuánto espacio de una vida equivalen 16 años tras las rejas?, es algo que me pregunto. Mi juventud, los proyectos…creo que son equivalentes ¡a 50 años! por la dureza con que se me trató. Pero no quiero ver ese pasado, ni esas condiciones vividas con un afán de resentimiento ni de venganza, sino al contrario, pienso que he aprendido mucho, sobre todo a poder afrontar la vida y mirarla de frente, ya no soy la misma, miro hacia delante y veo los proyectos a futuro, tengo a mi lado a mis seres queridos, y a la persona con la que quiero compartir mi vida.

Veo el hoy y el futuro, lo que viví o hice ayer quedarán como una rica vivencia de mi primera juventud. Mis actos en prisión demuestran que soy una persona tranquila, no he tenido ningún problema con las autoridades, por el contrario, me he mostrado participativa, solidaria, entusiasta con ganas de aprender. He tratado de sacar lo bueno de esta situación adversa, me dediqué a estudiar, incluso he apoyado varios años en la labor de Consorcios Católicos en la enseñanza de la educación primaria-secundaria en el penal, y ahora estudio Educación en programas de educación a distancia en la Universidad Alas Peruanas. He aprendido varias cosas, participo activamente en los talleres de psicología y de asistenta social. Estudio también computación-Diseño gráfico, y en esto soy muy competente, me lo reconocen mis profesores y compañeras.

En la sentencia de la CIDH sobre el caso Urcesino Rojas se refiere a la legislación antiterrorista:
    “la legislación reinterpretada por el TC no soluciona las graves deficiencias e imperfecciones que la definición del delito de terrorismo posee desde su creación y que persisten en la actualidad al conservar su esencia represiva y mantener en peligro los derechos y garantías protegidos”.

Bueno, después de todo este tiempo de espera para que por fin se me de el derecho al debido proceso en el nuevo juicio, sólo me queda apelar a la justicia, pienso que de por sí el pedido que hace el fiscal de 25 años es desproporcionado y sólo responde al espíritu de venganza, del ojo por ojo, totalmente contrario al derecho de las personas, a reincorporarse a la sociedad pues lo que en mi propia realidad he vivido es que se quiere cerrar todas las posibilidades. Así, los acusados por terrorismo seremos terroristas todas nuestras vidas ¿para que publiquen nuestros nombres y nos impidan reinsertarnos como personas de bien a cualquier trabajo o centro de estudios? O ¿desde ya debo sentirme excluida?.

A nadie le deseo lo que he pasado, creo que nadie se merece ser tratado de esa manera, expresión de odio y del escarnio con el único fin de destruir a la gente, pues se me arrancó todo vínculo afectivo familiar; recuerdo lacerante cuando por 10 años no podía abrazar ni siquiera a mi madre, en encierro absoluto, teníamos visita por locutorio y sólo media hora. No les interesó que estudiemos o trabajemos, al contrario esa era la prohibición expresa, lo cierto es que la sola calificación de “terrorista” es una marca, un estigma que ha justificado y sigue justificando la negación de mis derechos pues ante la sociedad se presenta al “terrorista” como un monstruo, pero en contrario de eso que la prensa difunde, yo no lo soy, y no estoy de acuerdo que se me tilde así, soy mujer y siempre fui sensible a los sufrimientos de pobreza e injusticia, ¿qué joven no tiene sueños de crear cielos en la tierra?.

Cómo decía, tengo muchas expectativas y proyectos de vida que pienso no se deben seguir frustrando. Anhelo la libertad ya que después de 16 años y un poco más de detención, vivo con más ímpetu. No es justo permanecer tanto tiempo en la cárcel, ni la sanción debe ir más allá de lo que física y psicológicamente un ser humano puede soportar. Considero que no la merezco, quiero volver al seno familiar y que eso sea definitivo para procurar reinsertarme plenamente a la sociedad, trabajar, terminar mis estudios y formar una familia.

Comentarios